Parece que solo ofrecemos caridad, cuando todo nos va bien, es decir, si nos dejan en la puerta, si no pasamos frío ni calor, si obtenemos gratificación a cambio…
Queremos llegar y hacer grandes cosas, y de lo único que se trata es de darnos «nosotros», algo tan sencillo y a la vez tan difícil. Hay personas que van a la residencia buscando grandes proyectos, creyendo ofrecer grandes soluciones, no se dan cuenta que no es el momento de nada de eso, es simplemente «estar», algo que hoy día no se sabe hacer.
Intento comprender a cada una de las personas que pasan por la residencia «probando» si eso es lo suyo, ¿es que no nos damos cuenta que eso no es de nadie? simplemente es necesario, todos llegaremos (si Dios quiere) a ser ancianos y entonces nos gustaría tener a una persona al lado que nos ofrezca lo más valioso que es a ella misma.
A lo largo de estos casi nueve meses he sentido desfallecer mis fuerzas en todos los sentidos, el ir cada lunes a la residencia es agotador, sientes como cada uno de ellos se queda con un poco de tu fortaleza, de tus esperanzas, de tus ilusiones y es verdaderamente extenuante, pero eso no es suficiente para no ir. Ellos te ofrecen todo lo que tienen, si lo sabemos ver es mucho; su cariño, su comprensión, su resignación, su sabiduría, su experiencia….y cuando te das cuenta de ello, sigues adelante sintiéndote aún más pequeño por lo poco que ofreces, pero recordando que ese poco para ellos es infinito…
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Siento repetirme una y otra vez en mi opinión sobre este tema, pero me supera el hecho de que sea tan difícil conseguir que alguien entregue un poco de el mismo. Es como la parábola del rico joven, que solo seguiría a Dios si no le costaba esfuerzo, ¿no?
Coordinadora de un grupo de voluntarios de DA.